miércoles, 20 de mayo de 2009

Cinco Lagunas & Majalaescoba: Joyas de GreDios


Navalperal de Tormes, 16 de Mayo del 2009




Y tocaba quitarse la vaguería perra que traía conmigo desde el Atlas y después de un intento a Peñalara en que no me apeteció subir ya fuese por canal o no, en que salí en Gredos a la intentona por tercera vez a Galana y culpé al mal tiempo, a la nieve y al viento –que realmente sí hacía- para no moverme del refugio Elola…


¡¡GreDios me abre sus puertas y me vuelve a quitar la mala racha!!


Y es que éste Gredos, con nuestra estupenda relación, tenía que ser el punto de partida a mis continuas machacadas montañeras, qué leche. Y la pisapraos que suelo ser yo… Pues ya tenía que plantarme y decidir volver a pegarme una buena tunda, que nunca viene mal de vez en cuando, oye.


Y comenzamos crónica. Tocaba una de las míticas y famosas de Gredos, aún para mí desconocida hasta este día: Cinco Lagunas. Quedada con Ángel de Trotamontes y Rosita, mi musa de lo desconocido ya que con ella siempre conozco muchas zonas deseadas y en mi lista de rutas “Urgente por hacer” como ya nos ocurrió en Ocejón y la fantástica sierra de Ayllón.


A eso de las 10h nos ponemos los macutos y salimos desde el aparcamiento que sale bajando de Navalperal, sobre el río Tormes. Y comenzamos atravesando un par de veces el río y ascendiendo después de un cartel indicador hacia la derecha, con el río siempre hacia la misma dirección por un sendero pisadísimo, hermoso y con unas vistas hacia el Cabeza Nevada increíbles y cada vez mayores al circo al que nos iremos acercando.

Tras nueve kilómetros que se hacen cómodos llegamos al chozo La Barranca, muy bien conservado, con chimenea, ventana y con una forma redonda que lo convierte en una casita adorable para quien decida pasar allí la noche y que cuenta con capacidad para cerca de ocho personas.

Comemos algo y nos hacen la foto de rigor en estos casos.

Continuamos y ya el sendero se vuelve más abrupto, pasamos de andar a enriscarnos y a poner manos en algunos pasos como me gusta a mí.

Y el río baja con una fuerza abismal, se nota que estamos en época de deshielo, la mejor para hacer esta ruta y éstas cascadas son la viva muestra. Guapísimas.

Y las cabras, más cerca que nunca incluso que en Galayos. Muy simpáticas y comilonas. Sin zoom, ni nada...

Y aquí, tras los saltos de agua y subiendo por la izquierda, llegamos a la laguna de Majalaescoba, la zona que más me gustó de la ruta y de una belleza espectacular. Apuntado queda un vivac por allí, donde de hecho había un par de tiendas de campaña postradas en la praderita que rodea a toda la inmensa laguna.

Pero hay que seguir y no sólo queríamos ver ésta, que encima y sin saberlo hasta el momento de topármela y que Ángel lo comentara, no cuenta como ninguna de las cinco lagunas que dan nombre a la ruta.

Y volvemos a las piedras, y a seguir el ascenso tras cerca de una hora o así. Y ya vamos a ir visualizando a la primera laguna que tiene por nombre Bajera. Enorme y con un tono verde azulado que le da un toque mágico a toda ella. En ella había un pescador que estaba haciendo entrenamientos de lanzamiento; curioso.

Algo más adelante, dos más: Laguna Mediana y la del nombre más original, Brincalobitos. Bastante más pequeñas que la primera pero igual de hermosas aún con el agua más oscurecida, sin duda.

Y después, también enseguida aparece ante nosotros, la laguna Galana, la cuarta del circo, con mucho hielo todavía.

Y ya ansiosos por llegar a la quinta y a la mayor de todas...

...nos topamos con ella: Laguna Cimera. Prácticamente helada por completo y hallada en un enclave inmejorable, con el grandioso circo rodeándola, meciendo sus aguas y bajo la inquietante mirada de la cumbre que no se quería dejar dominar jamás: Galana.

Paradita para comer y deleitarnos como debe ser en estos casos. Nos quedamos flipados, los tres, y no sabemos a dónde mirar o dirigir la última ojeada. Qué sitio tan espectacular de Gredos, una de sus miles de joyas y con una belleza monumental.


Yo soy muy amiga de las altas cumbres, de los picos y alturas en general, pero desde luego toda esta zona me la patearé en muchas más ocasiones porque me ha encandilado de lo lindo a pesar de no ser lo más alto o ser en sí mismo una cima o montaña.


Absoluta y simplemente: paisaje, lugar y enclave de ensueño, hermoso y solitario, algo que también exijo a mis lugares predilectos.


Y tras el paréntesis, bajamos. Y somos Trotamontes, y queremos hacerlo notar; perdemos el sendero mil veces, bajamos por la peor zona empedrada, toca dar más de dos veces media vuelta y volver a ubicarnos en un lugar más propicio al descenso, sin neveros a ser posible y sin posibilidad de matarnos entre las piedras…

Adelantamos -ya en llano- a unos chicos acompañados de un perro, que a la que nos volvemos a desorientar del camino y estamos un rato y unos cuantos metros haciendo el gañán por otros senderos propios más dados al piorning, nos adelantan ellos, y así sucesivamente unas cuantas más hasta que juntos, casi a la vez, llegamos de nuevo a La Barranca. Hasta ellos mismos nos lo dicen… No pué se!


Y la panorámica al marcharnos, no puede ser más llamativa y atrayente. Y no quisiera huir, ni partir de allí…

No hay palabras. Alucinante, sorprendente, mágico, único...

¡GRE – DiOS!

¿Para qué decir más? ¿Alguien necesita otro argumento para volver o no conocerlo?

En mi caso la respuesta está escrita y se antoja clara: este próximo fin de semana vuelvo con Celia y otros amigos para pasar noche.


miércoles, 6 de mayo de 2009

Pisapraos Adventures: Toubkal

5 de abril, Toubkal

5:00h. Noche fatal, con mucho calor y excesiva compañía donde también eran invitados los ronquidos, sobre todo de mi “amigo” oriental de al lado. Un caos, vaya.

Bajamos a desayunar, donde el pan sigue estando duro y el desayuno sigue sin sorprender.
Hoy nos ponemos más las pilas y espabilamos antes a la hora de empezar a caminar.

Crampones sobre nuestros pies y alrededor de las 6:15 de la mañana empezamos a subir hacia el Toubkal. Justo a nuestra espalda, desde el refugio empieza el ascenso por una pala que se hace interminable y donde la huella siempre existe bien visible, dado que esto parece una romería y más de 50 personas, unos más madrugadores que otros, hemos decidido hoy hacer el intento a la cumbre más alta de Marruecos.

Todo para arriba, sin pérdida, con mogollón de gente hacia arriba, por arriba y por abajo, y aun con el sol sin espectador en la subida aunque ya empieza a asomar menos tímido, empezamos a cruzar las ollas –pequeños collados- que nos van apareciendo, sempiternas… Ya que detrás de una, siempre aparecen otras dos más, unas más pegadas que otras.

Al llegar a la olla principal, donde a la derecha tendremos el Toubkal Oeste ya visible, tiramos a la izquierda, donde aquí aprovecho y hago unas fotillos a la gente de Madrid y Barcelona. Ya es la última parte del camino, y aunque aún no es visible la cima hasta dentro de algún que otro metro más, ya se nota que estamos muy cerca.

Y ya se ve ahí... Tan cerquita...
Unos minutos más en mi caso, ya que llegué última, a mi ritmo para no variar… ¡¡ y llegada a la cima del norte de África: Toubkal, con 4.167m!!Muchas fotos, y una emoción casi incontenible. De estas cimas que te sorprenden, en todos los sentidos y emociones. Aunque la subida no me entusiasmó tanto como la ascensión al Ras y al Timesguida. Hablamos con la gente, conocidos o no, fotografiamos, nos fotografían, conocemos más gente…

Esto la verdad que parece de todo menos un cuatro mil, oiga… Y descendemos, a pesar de hacer un día y una temperatura estupenda para quedarse por allí arriba, ya que tenemos que volver al refugio, recoger y organizar de nuevo las cosas, y bajar a Imlil, donde nos espera Brahím para dormir allí, como acordamos. En la primera parte de la bajada, antes de llegar al collado principal, África se encuentra a una compañera del Club Alpino llamada Elena, y yo las retrato para que luego tengan un recuerdo del lugar y momento en el que nos hallamos. Desde luego que el mundo es un pañuelo...Y a medio camino entre la cima y el refugio, Paluki, que se puso a hacer y practicar de nuevo culing con Tony, se hace daño en una rodilla por bajar demasiado rápido y por culpa del crampón, que la frenó demasiado. Con lo bien que íbamos… Nos teníamos que despedir del Atlas con alguna anécdota más, claro.
Por lo menos no fue nada muy serio y, aunque más lentos y con la rodilla de Paloma dolorida, llegamos al refugio sin mayores contratiempos.

Y en él, recoger las cosas, colocar macutos, bolsas de viaje, etc. Tendríamos que portear con todo, hasta donde nos esperaría la mula, algo más abajo y donde ya no había nieve en camino, como en la subida.

Pagamos el refugio, donde se portaron genial y encima nos rebajaron el precio a Paluki, Tony y a mí, ya que nos cobraron como si estuviéramos federados sin estarlo, y nos despedimos del alto Atlas hasta la próxima, que a saber cuándo será… Llegamos donde están aparcadas pacientemente las mulas y paramos a comer algo y reponer mientras hablamos con los muleros y porteadores, los mismos que los de la bajada. Nos rechazan amablemente el cerdo, que es lo que más llevábamos sin haberlo pensado, y claro, que no pueden comer por su estricta religión. Comenzamos a descender, con Paloma sobre la mula para no forzar la pierna a petición de los amables porteadores y al rato, no más de cien metros de desnivel, yo también acabo subida a una. No me lo quería perder: despedida a lo grande del Atlas.

Y llegamos donde los bereberes, invitamos a té a los porteadores y a otra gente que había por ahí, y esta vez sí, les compramos algo, regateamos -práctica en la que ya empezamos a ser expertos- e intercambiamos algunas de nuestras cosas por las suyas.
En común sacamos, el típico pañuelito árabe (que es enorme y larguísimo) con el que todos salimos contentos y puesto sobre nuestras cabezas.
Y ya sobre nuestros pies los cuatro, dejamos atrás, esta vez sí que es la definitiva, el macizo montañoso más importante y grande de Marruecos.

Pasamos sobre el río, entre las piedras, y cruzamos un par de pueblos, donde los niños juegan alegres, manosean a Azofaifa que en este viaje triunfó, y los adultos trabajan en unos u otros quehaceres cotidianos de su rutina.

E Imlil, ya estamos allí. Nos acercamos a casa de Brahím, donde nos duchamos y nos relajamos al fin, cenamos y conocemos a un catalán muy cachondo, atleta –aunque confiesa que correr es lo más aburrido que hay en el mundo- y viajero que se ha subido el Toubkal, siendo su primer contacto con la montaña, sólo por querer subir al Kilimanjaro en Tanzania. No llevaba nada de material, a excepción de unas polainas. Le tienen que alquilar botas y crampones en los refugios, nos cuenta. Dice que se acabó su experiencia montañera para él, que lo ha pasado mal y que dejará el techo de África, el Kilimanjaro, para otros...

Después de la cena –caldo caliente, riquísimo con el pan que éste sí que estaba bien, y Tallín no podía ser otra cosa...-, que también compartimos con otra pareja de jóvenes catalanes, y tras aventuras varias compartidas, nos metemos en la habitación que Brahím nos ofrece, muy cómoda y amplia con colchones tirados en el suelo más limpio de lo que esperábamos y después de que Afri me haga un masaje en la espalda que me deja nueva, nos metemos en los sacos esperando pasar la noche mejor que las otras dos anteriores.